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Reproducción de Bouguerreau- óleo de 70cm x 100cm. 2010 |
Agotada,
quemada por el sol… quemada realmente, cerrada mi garganta de tanto tragar… mi
hija me invita a tomar un helado.
“Vamos mamá!,
te invito a tomar un helado, en una heladería que quiero ir con vos… son ricos,
tiene mesitas… baratos”.
Tomo mi
changuito, sabía que la heladería estaba enfrente del supermercado… me faltaba
agua, vino, y nada más…
Fuimos, con
mi hijita hermosa, caminamos las calles más bellas del mundo… camino ya
conocido hasta el centro de la Lucila.
Hermosos los
jacarandá, hermosas las casas, el sol que tanto me abriga… y ésta cerrazón en
mi pecho.
Seria, sombría,
dolida, valiente y sabiendo que siempre sale el sol… después claro.. Pero para que éste salga, hay que pasar por la
noche.
Mi noche se había erguido por sobre el extremo
sol de noviembre, si, era hora de replegarme, hacerme negra y espesa… enturbiar
un poco todo mi ser, para realmente ver la realidad.
Ya me
conozco, sé que no me gusta, que no me guste, pero también sé el costo que me
trae no darme mi propio espacio, “no registrar” ya es cosa del pasado, y lo
registrado “es”.. Ya no puede “no ser”.
Mis voces
internas se enmudecieron, un nudo fuerte, opresivo, no me permitía pensar,
respirar, decir… ya no más palabras, ya no más reparaciones, arreglos,
emparches.
Tomamos el
helado con mi hija, los sabores me eran casi, casi crema rusa, casi tramontana…
ni el sabor podía sentirlo de tanta cerrazón, física y emocional.
Llegué a un
extremo, no tan extremo como otras veces, pero mi limite se presentó en varios
frentes… unas palabras aparecían en mi interior, tranquila, podes estar también
así, seria, negra, muda… permítete estar también así, no tan bien, pasaron las
horas… teniéndome paciencia.
Cuando arribamos
a casa, retomo las con tareas atrasadas,
la pila para planchar era abundante…
Se me ocurre
escuchar una música tranquila, que no me invada… pero me deje aclararme, quería
hablarme, no escribirme… mis manos estaban ahora para planchar toda la ropa de
la semana… me gusta planchar… alizar las líneas de las prendas, de
arrugadas que se ordenen en pilas de
colores, de dueñas, de órdenes propios de un placar, de una utilidad, de un
traslado sin que se caigan.
Así comencé
a contarme mis ideas, me coloco mi cámara en grabación, en el bretel, me filmo
planchando y me voy susurrando en un principio, mis ideas en vos cada vez más
clara.
Sé que
escucharse, atentamente, integra al ser. Según algún autor de los que sigo,
Cristian Zeballos precisamente, habla esto de que el escucharse decir… es
creativo, es generador… y así fue.
Las palabras
salían, por momentos las emociones también, el nudo de la garganta parecía desenroscarse
en dolores, tantos dolores recorridos… pero no me dejé vencer por la emoción,
abundante, quisquillosa del tema… molesta porque me hacia esquivar los
problemas reales…
Persistente pasé
con los comentarios de manera estoica, dije -me dije- las cosas que me aturdían en forma de
imágenes, describí las zapatillas pampero que vendía allá por 1980 en la
oficina 24 de abril… como las odio!!!
Describía,
me describía todos los detalles espurios, fijos, feos, insospechados… y llegué
a un bienestar suave.
Luego de
algunas horas, ni tediosas, ni forzadas… suaves trascurrires desde mi cuerpo
cansado, quemado, ampollado en las plantas de los pies… me sentía que había caminado
por un lugar donde había brazas… y logre salir.
En mi
interior surgió un pensamiento que me dio tranquilidad: tengo todo el derecho a
elegir con quien quiero estar y qué tipo de experiencias quiero vivir.
Momentos antes… Con mi hija, además de tomar
helado, fuimos al supermercado, que quedaba enfrente de la heladería. Allí compre
aparte de lo que necesitaba, aceitunas… rebanadas… un horror para mí comprar
aceitunas ya cortadas.
A partir de
allí el olor de las olivas me tiño toda la casa… pienso y trato de integrar el
sentido de la aceituna en todo lo que me pasaba, nos pasaba a mi hija y a mí,
en un domingo de noviembre.
“”Así como la aceituna
no renuncia a su aceite a menos que sea presionada y aplastada, así también
Israel regresa al bien solamente a través de la lucha y el sufrimiento".
El aceite de oliva es un símbolo del fruto de la lucha; es la sabiduría que uno
gana después de sobreponerse a la adversidad.”
Bueno, me di
cuenta cómo era la relación aceitunas olivas-sentires
propios, qué tenían que ver las olivas con mis cuestiones más privadas… de mí hacia mí..
Me otorgaba el significado
acerca de lo que realmente estaba decidiendo: por más que sufra... o parezca
sufrir caminando sobre ampollas, sintiéndome quemada, fritada al sol, tengo y
cuento con la capacidad de sobreponerme ante la adversidad…
Pero sigue
el universo ayudándome frente a mi caminar por la vida…
“El simbolismo, entonces, del aceite en la aceituna, es: el mundo
físico no es un fin en sí mismo. Tiene una contraparte espiritual, abstracta. Y
es esto lo que le da a la existencia física su verdadero significado.”
Bueno entonces todo me quedó absolutamente claro… me quedaba en el
mundo físico, en la emoción del momento, en lo acompañada que me sentí en
determinadas circunstancias… pero éste no es mi fin, mi objetivo … me perdía en
las apariencias, yo sé que el sentido de todo está en el “ser” no en el mundo
de las formas que adquiere este “ser”.
Gracias a las aceitunas!!!!!