lunes, 10 de noviembre de 2014

Aceitunas: gracias!

Reproducción de Bouguerreau- óleo de 70cm x 100cm. 2010



 

Agotada, quemada por el sol… quemada realmente, cerrada mi garganta de tanto tragar… mi hija me invita a tomar un helado.

“Vamos mamá!, te invito a tomar un helado, en una heladería que quiero ir con vos… son ricos, tiene mesitas…  baratos”.

Tomo mi changuito, sabía que la heladería estaba enfrente del supermercado… me faltaba agua, vino, y nada más…

Fuimos, con mi hijita hermosa, caminamos las calles más bellas del mundo… camino ya conocido hasta el centro de la Lucila.

Hermosos los jacarandá, hermosas las casas, el sol que tanto me abriga… y ésta cerrazón en mi pecho.

Seria, sombría, dolida, valiente y sabiendo que siempre sale el sol… después claro.. Pero  para que éste salga, hay que pasar por la noche.

 Mi noche se había erguido por sobre el extremo sol de noviembre, si, era hora de replegarme, hacerme negra y espesa… enturbiar un poco todo mi ser, para realmente ver la realidad.

Ya me conozco, sé que no me gusta, que no me guste, pero también sé el costo que me trae no darme mi propio espacio, “no registrar” ya es cosa del pasado, y lo registrado “es”..  Ya no puede “no ser”.

Mis voces internas se enmudecieron, un nudo fuerte, opresivo, no me permitía pensar, respirar, decir… ya no más palabras, ya no más reparaciones, arreglos, emparches.

Tomamos el helado con mi hija, los sabores me eran casi, casi crema rusa, casi tramontana… ni el sabor podía sentirlo de tanta cerrazón, física y emocional.

Llegué a un extremo, no tan extremo como otras veces, pero mi limite se presentó en varios frentes… unas palabras aparecían en mi interior, tranquila, podes estar también así, seria, negra, muda… permítete estar también así, no tan bien, pasaron las horas… teniéndome paciencia.

Cuando arribamos a casa, retomo las  con tareas atrasadas, la pila para planchar era abundante…

Se me ocurre escuchar una música tranquila, que no me invada… pero me deje aclararme, quería hablarme, no escribirme… mis manos estaban ahora para planchar toda la ropa de la semana… me gusta planchar… alizar las líneas de las prendas, de arrugadas  que se ordenen en pilas de colores, de dueñas, de órdenes propios de un placar, de una utilidad, de un traslado sin que se caigan.

Así comencé a contarme mis ideas, me coloco mi cámara en grabación, en el bretel, me filmo planchando y me voy susurrando en un principio, mis ideas en vos cada vez más clara.

Sé que escucharse, atentamente, integra al ser. Según algún autor de los que sigo, Cristian Zeballos precisamente, habla esto de que el escucharse decir… es creativo, es generador… y así fue.

Las palabras salían, por momentos las emociones también, el nudo de la garganta parecía desenroscarse en dolores, tantos dolores recorridos… pero no me dejé vencer por la emoción, abundante, quisquillosa del tema… molesta porque me hacia esquivar los problemas reales…

Persistente pasé con los comentarios de manera estoica, dije -me dije-  las cosas que me aturdían en forma de imágenes, describí las zapatillas pampero que vendía allá por 1980 en la oficina 24 de abril… como las odio!!!

Describía, me describía todos los detalles espurios, fijos, feos, insospechados… y llegué a un bienestar suave.

Luego de algunas horas, ni tediosas, ni forzadas… suaves trascurrires desde mi cuerpo cansado, quemado, ampollado en las plantas de los pies… me sentía que había caminado por un lugar donde había brazas… y logre salir.

En mi interior surgió un pensamiento que me dio tranquilidad: tengo todo el derecho a elegir con quien quiero estar y qué tipo de experiencias quiero vivir.

 Momentos antes… Con mi hija, además de tomar helado, fuimos al supermercado, que quedaba enfrente de la heladería. Allí compre aparte de lo que necesitaba, aceitunas… rebanadas… un horror para mí comprar aceitunas ya cortadas.

A partir de allí el olor de las olivas me tiño toda la casa… pienso y trato de integrar el sentido de la aceituna en todo lo que me pasaba, nos pasaba a mi hija y a mí, en un domingo de noviembre.

Busco en google el significado simbólico de las olivas, me meto en una página que da una parábola… genial! me digo y la comienzo a leer…  http://www.tora.org.ar/contenido.asp?idcontenido=2322

“”Así como la aceituna no renuncia a su aceite a menos que sea presionada y aplastada, así también Israel regresa al bien solamente a través de la lucha y el sufrimiento". El aceite de oliva es un símbolo del fruto de la lucha; es la sabiduría que uno gana después de sobreponerse a la adversidad.”

Bueno, me di cuenta cómo era la relación  aceitunas olivas-sentires propios, qué tenían que ver las olivas con mis cuestiones más privadas…  de mí hacia mí..
Me otorgaba el significado acerca de lo que realmente estaba decidiendo: por más que sufra... o parezca sufrir caminando sobre ampollas, sintiéndome quemada, fritada al sol, tengo y cuento con la capacidad de sobreponerme ante la adversidad…

Pero sigue el universo ayudándome frente a mi caminar por la vida…

            El simbolismo, entonces, del aceite en la aceituna, es: el mundo físico no es un fin en sí mismo. Tiene una contraparte espiritual, abstracta. Y es esto lo que le da a la existencia física su verdadero significado.”

Bueno entonces todo me quedó absolutamente claro… me quedaba en el mundo físico, en la emoción del momento, en lo acompañada que me sentí en determinadas circunstancias… pero éste no es mi fin, mi objetivo … me perdía en las apariencias, yo sé que el sentido de todo está en el “ser” no en el mundo de las formas que adquiere este “ser”.

Gracias a las aceitunas!!!!!

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