miércoles, 22 de octubre de 2014

Moño filosófico

El Dios de Spinoza


Hoy después de un tiempo, me fui a la facultad de filosofía y letras, a votar.

Casi año y medio sin ir, sin viajar durante un tiempo prolongado atravesando casi toda la capital, para llegar a éste lugar, especial para mí.

Mientras me acercaba, revivía anteriores viajes, allá en el tiempo, donde yo estaba desmembrada, recién separada,  buscando mis trozos.

Lo último que hice fue cursar Metafísica, hasta fines de abril,  después emprendí la empresa más loca y genial… me mudé.

Había dejado la carrera de filosofía allá por en 2003, sintiéndome profundamente fracasada, no era para mí, nunca había entendido nada… luego de cursar casi diez años. Embarazada, y confundida… me dediqué de lleno a criar a mis princesas…  era para lo único que servía.

Yo no sé si era muy ingenua, la cuestión que me creí eso de que solo tenía que dedicarme a la crianza, a la casa, al compañero.

Tampoco conté con voces formadoras en relación a la vida… por eso elegí filosofía para estudiar. Por ahí aprendía algo de las cosas importantes…

Lejos estaba de reflexionar acerca de las cuestiones fundamentales que me repetían una y otra vez dentro de la facultad. Solo me quedó durante diez años… eso de animarme a seguir pensando… la pregunta y tratar de pensar repuestas que la satisfagan.

Afuera, digamos, en las relaciones que se pueden establecer con una familia… pensar seria como casi intimista. Para todos, yo decía cosas raras, pensaba como una loca… y no tenía una razón normal.

Estaba en un ámbito, donde el pensar era solo para poder extorsionar al otro, no para conectarse con el ser en sí.

Algo que descubrí con los años, es que hablar del ser en sí… no es fácil, ni entendible. Diez años estuve escuchando profesores y profesoras, hablar y decir acerca del ser en sí, la historia de la filosofía parece haberse dedicado a eso durante siglos…

Pero cuando yo salía de la facultad no me estaba permitido hablar acerca del infinito de Spinoza, ni de Nicolás  De Cusa, ni del imperativo kantiano. Cosas raras!, no se entendía, no se recepcionaban mis palabras.

Bueno esta cuestión de hablar me fue revelada el año pasado, cuando estoy nuevamente allí, más integra, más madura, que en otros tiempos… y escucho la clase del profesor de Metafísica, diciendo palabras que dentro de mí estaban sepultadas por inapropiadas, torpes inadecuadas…

Daniel Brawuer hablaba de la negación, del carácter ontológico de la negación… nos preguntaba que pensábamos, había compañeros que respondían… yo perturbada por el permiso, por el cambio, por la felicidad de sentirme otra vez entre ellos… y en mi interior se me repetían las palabras “estoy como caracol en su salsa”.

Placer escuchar al profesor, placer de pensar si la partícula “NO” tiene existencia o no… rarísimo! Tan genial es la vida… que el profesor tenía un aspecto exactamente igual que hace diez años atrás. Lo cual me confundía, me ubicaba, me comparaba y me aclaraba cual había sido el nivel de negación que había vivenciado.

Ahora si aplicaba ésta reflexión a mi experiencia, realmente que carácter ontológico tenían las negaciones que me propiciaban en mi hogar?

La filosofía, mi gran amada, me fue como el agua y el aceite…en la vida.

Me hubiera servido, si hubiera podido tener el valor suficiente de soportar seguir el camino de la carencia… no creyéndomela… la carencia, la necesidad no existen en sí. Al igual que la partícula “No”, no tienen existencia… solo existe la carencia en la medida en que no se la pueda pensar…

Pensando, entonces, como me era prohibido pensar… me creí esto de que necesitaba seguir en el rol aquel,  mujer sumisa, mujer geisha… solo para no poder salir… control?

 
 

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