Lo tengo, ya
lo tengo.
Un poco de
paz… merecida realmente.
Pasé unos días,
meses muy duros, en un sentido emocional. Ser así, como soy les aseguro que
además de divertido, tiene sus vericuetos oscuros.
Pasé meses
luchando conmigo misma, dibujando caras como muy de cerca, pensando hasta por
los codos… y no se hablando también y quizá escribiendo de más.
Aquí estoy,
en una meseta tranquila de nuevo. Otra vez ya no busco nada, ya está lo tengo!.
No es que
afuera en la vida tenga todo, lo que más me importa es no tener la sensación de
que me falta… plata, hombre, amor, compañía, ser, desarrollarme, aprender… nada
me falta, todo lo tengo … ahhhh listo!
No es que
solo lo piense, que me la paso pensando, no!, lo siento en mi pecho, lo tengo
lo tengo dentro mío!.
Para sentir
esto que estoy trasmitiendo, además de
sufrir mucho, tomé unas flores de California.. No les voy a contar exactamente
cuales, me son incomprensibles!, solo comentar que fueron otorgadas para sanar
mi capullo energético, digamos, recordando a Carlos Castañeda, en aquél pasado.
Hace unos
días iba con mi adolescente caminando, le trasmito esta idea de sanación del
capullo energético, luego de unos segundo de silencio tenso, mi hija me
pregunto de que corno estaba hablando! No podía creer como puede ocurrir algo
semejante, yo una lectora de Castaneda, una practicante del mundo onírico, una pintora de los aliados… me cuesta poner
en palabras tantas cosas que nunca hice conciencia. Mi hermosa hija no sabía de
que hablaba!!! Como buena cuestionadora de todo, ella me negaba la presencia
del capullo, entonces se me ocurrió, como
buena docente de arte… pasar al cuerpo, hacer una comprobación física y
científica del aurea.
Le coloco a
mi princesa la mano cerca de la cara, le pregunto sentís el calor?, sabes que
el calor es energía, la energía es lo que nos rodea, ese es el capullo, el
aurea… y lo más gratificante del episodio, fue que asintió, entendió que no
somos solo un cuerpo, si no que irradiamos energía.
Luego
hablamos del problema de cuando se tiene el capullo dañado, recordé a Carlos Castaneda, cuando afirmaba que los
hijos nos hacen agujeros en el capullo, igual esto es arena de otro costal. Cuando
lo leí allá por el 1990… no tenía hijos, era yo una adolescente.
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