viernes, 23 de enero de 2015

Cosas del querer... llorar o no llorar?

Llorar

Llorar y saber que ya no hay que llorar.

Es tiempo de reírse, de carcajadas abiertas desde el alma… sin embargo solo me encuentro a solas llorando, angustiada, acongojada… me duele.

Vivir cada paso, a la noche me siento morir de dolor de alma…

Hace un tiempo creía que la soledad me lastimaba, ahora sé que no es así…

 sufro…

 porque siempre sufrí y no sé otra cosa.

Como animal de costumbre, paso cada experiencia por ese lugar ya cavado profundo en mi psique, me duele, sufro… y ahí me baño en aguas saladas…


Me pregunto, como suelo hacerlo con todo, estará bien llorar?
... ahora?

Así? 
Tan sentido es mi llanto que no se qué pensar…

Quizá llore de más, quizá sea una respuesta automática…

 tanto fue el cántaro a la fuente… que al final se rompe..

 Quizá sea automático esto de que ante cualquier circunstancia intensa
… solo pueda llorar…

Solo llorar me sale ante el recuerdo de haber estado con él, aquél hombre que me acompaña…


Solo llorar puedo ante las palabras más importantes que cabe pronunciar: solo yo soy… y no hay nada que pueda hacer mal.


Viví muchas cosas feas

… pero entiendo que lo peor es esta congoja ante lo verdadero,

 ante el camino a estrenar,

 ante lo incierto de la mano que se me estrecha…

 ante esos labios que pueden estar y no estar…

Si…

 la vida…

 el vivir la vida no es algo ya establecido,
 ni sucio, 
ni feo,
 ni conocido.

 La vida parece estar iniciada con este aluvión de aguas saladas que producen mis lágrimas, mi sudor copioso, mi sensación de dificultad, mi pecho cerrado, dolido, asustado… 

violentado

Como no dañarse, como hacer algo que vaya a favor de mí esencia, de mis tiempos, de mí…

Nada… solo insistir en este punto…

Suspirar…
 respaldarme internamente.

Llorar a veces bendice…

 lava la mierda que mi familia me instaló a fuego… onda vaca del rebaño.

Ya sé que no importa ir sola, ya vi que no estoy sola… nunca lo estuve.

Mis conocidos aparecen maravillados de mis andanzas,

 mis parientes… hablan de mi pasado común con cariño,

 mis hijas… abren sus ojos al escuchar mis afirmaciones,

 mi hombre me trata amorosamente…
 casi  un milagro del espíritu.

La soledad que parecía ser un pecado mortal, terminó brindándome el espacio y el tiempo para que la vida se despliegue cual abanico chino,
lugares de brillo, 
lugares de contraste.

 Dominancias acuosas,  secas… que vendrá?

Cada vez que me quedo en silencio… 
sin hacer absolutamente nada…

 algo genial, estrepitoso, fresco, divertido… inusitado sucede.

Y esto me vuelve a hacer llorar…



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